Este manifiesto sobre la educación sexual es fruto de apuntes sueltos y de todo lo que he aprendido y leído tanto en libros como en redes, por profesionales de la sexología y por amigos. Van dedicadas a todas esas personas, mis palabras y mis disculpas por no poder referenciarlas, debido a que ya no sabría diferenciar sus ideas de las mías propias al haberme identificado con cada una.
Dicho esto, el manifiesto no sólo va dirigido a quien apoya la educación sexual como una asignatura más -y no sólo en escuelas e institutos, también en la vida- sino a padres, adolescentes, profesionales, políticos, profesores y en fin, a todas esas personas que podrían impulsar este tipo de educación. Un hábito que deberíamos asumir todos sin miedos ni recelos.
Lo ideal sería empezar a educar en la sexualidad a nuestros hijos antes de que comiencen a mantener relaciones sexuales. Apostar por una educación sexual sabia y responsable no conlleva a practicar sexo, ni significa que empiecen a una edad más temprana.

De hecho, una educación eficaz insistiría en la paciencia, en saber diferenciar y elegir adecuadamente y sobre todo en animar a explorar de forma segura. También insistiría a valorarnos, respetarnos y ser responsables.
Pero normalmente, esta guía no existe y los mensajes confusos pueden mantenernos en el camino equivocado durante muchos años. Existe muy poca orientación respecto al sexo:
¿Cuáles son mis límites? ¿Cómo saber si estoy llegando “demasiado lejos”? ¿cómo saber si realmente estamos preparados? ¿cómo se si está bien lo que hago? ¿Una vez que empiezo, tengo derecho a parar?
Las primeras veces, aunque estemos pasándolo bien explorando nuestra sexualidad con una pareja, al faltarnos información y supervisión, puede aparecer la culpa por lo realizado. Sobre todo, cuando pasamos a contarlo con emoción a nuestras amistades y aparece la frase “pero ¿qué has hecho?”
Y como no sabemos a dónde acudir en busca de consejo, la culpabilidad, la confusión, el temor y la inseguridad pueden apoderarse de nosotros de tal forma que tarden años en desaparecer y permitirnos disfrutar con libertad y felicidad de nuestra sexualidad. Porque casi toda la educación sexual que recibimos viene de lo que podemos aprender de otros chicos y chicas de nuestra edad (que incluso a veces inventan). Y la educación sexual que aprendemos en colegios e institutos se limita a términos clínicos, métodos anticonceptivos y prevención de infecciones de transmisión sexual (ya que la Dirección de estos, son quienes limitan a los profesionales). Que desde luego está muy bien aprender sobre los peligros y riesgos de practicar sexo sin protección, pero no es suficiente para abordar lo que realmente inquieta y sucede en los cuerpos y mentes de los preadolescentes y adolescentes.
Lo malo es saber cómo y cuándo educar en sexualidad. Es algo que no está muy extendido todavía, aunque afortunadamente cada vez más profesionales imparten charlas y talleres para padres sobre cómo abordar estas cuestiones.
Y otra barrera es que, si se lleva este tipo de educación sexual a los colegios, institutos e instituciones, puede suponer una ofensa a las creencias -religiosas, culturales o del tipo que sean- de algunos padres y generar conflictos. Sabemos que es importante, pero la incertidumbre de quién y cómo educa sexualmente a nuestros hijos, lo deja finalmente al azar. Sin una orientación sexual temprana, pertinente y responsable, perpetuaremos una y otra vez las dificultades e inseguridades sexuales que repetimos los adultos.
Incluso si hemos conseguido disfrutar de muchas experiencias positivas a lo largo de nuestra vida, casi todos hemos llegado a las relaciones adultas sin apenas saber cómo lidiar con los conflictos y desafíos sexuales que se nos han ido planteando. Y por desgracia, aún son más las personas que no lo logran y viven frustradas y reprimidas.
Abordar la intimidad sexual con cuidado, sabiduría, sin prejuicios ni vergüenzas, donde sentirse cómodos en cualquier aspecto, es fundamental para eliminar desequilibrios, confusiones, miedos, fobias y tabúes.
Es por ello, que invito a la reflexión, a la búsqueda de profesionales que nos orienten, a superar esos miedos injustificados que nos impiden hablar a nuestros hijos sobre sexualidad o a impedir que otros les eduquen.
Es nuestra responsabilidad construir una educación sexual global y accesible, adecuada a cada edad y que se prolongue hasta la edad adulta.
Totalmente de acuerdo con todo lo que explicas, es muy importante que los niños aprendan desde bien temprano para fomentar la educación sexual. Buen artículo con gran aporte de información!
Muchas gracias. Poquito a poco y entre todos lograremos que la educación sexual se vea como algo natural y necesaria. Un saludo!